domingo, 11 de septiembre de 2011

Inmóvil

Inmóvil

Como el cielo

viaja inmóvil el cuerpo

Ráfaga sidérea

palabras tornadas por el viento

Los surcos fulguran savia

son las huellas del canto

que en la nocturna frente

pasa con una corona de barcos

Sus velas son relámpagos

y en mil semillas te distiende

mar que estalla estrellas

en el abismo celeste

El reino que recorre tu sangre

funde tus ojos-puente

Sin dejar de fluir siéntate

silencioso arde el presente

En tu médula amantes

plantan hogueras de orbe

Blandas sombras deslizan

canoro rizar del hombre

Abre las puertas invistas

Barre de tu lengua las hojas secas

Con los dedos abre la noche y el día por la mitad

Suelta semilla tu canto en el fondo de la espiral

Abre con los ojos esta piedra

y mánale la flor de una mano abierta

Esta hoja enorme es barca de cielo

Vence las sombrías olas del tiempo

lunes, 7 de febrero de 2011

Alunado

Alunado

I

En su cénit

la luna plena.

En mis huesos siento

expandir de su piedra

el extático fulgor

que mis pupilas despeja

con violeta ondulación….!..

II

Solaz batalla las nubes entrelunan

*

Ella las corta con blancas alas,

hasta que la ahogan armadas brumas…

Luego, leve, fugaz,

a beberla de un sorbo viene

Elfo de blanca boca

La Luna lo transluce, lo transfunde:

hasta con su esfera,

fulgir de un instante

su Cerebro

y después

su Corazón

Respírame esa nube morada

Espírame ese morado de nube…

*

Carne leve sueña por el cielo,

Luna circula lampos por el cuerpo

Pequeñas lunas en el río

gira nuestra voz

:

Hechizantes palabras. Al holograma

El fractal espeja! Y mágico despeja!

III

La regadera de argén

agita el patio

destellando cada poro del aire

La cascada de argén

cimbra el patio

multiplicando cada ojo del tifón

Con ojos alunados surge lo sutil.

Hierba celeste crece en tu mano

Por el aire

Enredadera plateada tu voz

:Silente

El cielo de todos los ojos entre el ojo del Sol:

Se explaya la pequeña noche de las pupilas,

Despejando en su infinito: La estrella

silente del Ser

IV

Embebido espejo:

Mil puentes de plata al infinito:

Su mirada moldea

la fértil tierra de las sombras

Cuando en su ondular de agua brota

El anillo violeta del místico nenúfar!

Con su luz,

atravesando el espejo del aire

oigo el Pulso transmutador!

Espejos como puente

Multiplicado y mismo espejo

que en sí-mismos bebe…!

lunes, 12 de abril de 2010

Retornos

 I

 

 Un viejo

 

 

Una desvelada y fría madrugada, un viejo encontró en el espejo de su baño a un niño. Sobresaltado, por poco pierde el equilibrio, pero un bastón que nunca estuvo allí, le auxilió. El niño seguía observándole, con esa mirada curiosa y de alegría expectante que solo los niños pueden chispear. 

-¡Pero si soy yo!- Pronunció con emoción la seca lengua del viejo. Pero era como si las palabras las hubieran puesto en ella, ya que el viejo fue choqueado aún más por tal afirmación. El niño se lo confirmó con la mirada. Tardó unos instantes infinitos, pero al fin el viejo lo supo…

El niño estiró una mano, al tiempo que lo hizo su cansado y trémulo brazo, pero de nuevo, igual que con la lengua, el movimiento no fue suyo. Cuando se tocaron, el cuerpo del viejo no se derrumbó, simplemente se esfumó.  

Al otro día la muchacha que lo ayudaba lo encontró boca arriba en la cama. Su rostro tenía una increíble expresión de asombro, la boca ligeramente abierta, y los pliegues de los párpados hermosamente sonrientes. Pero más asombroso que sus facciones, era su mirada. Las cataratas de sus ojos se habían desvanecido, dejando atrapado entre las pupilas, el mismo fulgor emocionado que había tenido el niño en el espejo. 

viernes, 9 de abril de 2010

 

Encontrar la tumba de

uno mismo sería

el final

 

 

Llegar a la tumba por una coincidencia sospechosa. Conocer a gente extraña, silenciosa. Con un uniforme como de trabajo fuerte o industrial, que en la espalda tenga como símbolo empresarial, una luna creciente, con los cuernos hacia la izquierda mirando una estrella.  Encontrarlos en la azotea de un edificio de solo puertas blancas, al que se llega siguiendo a una niñita que encontraste espiándote tras un árbol. No. Que viste sentada en el bus, mirando un gorro de lana tejida que sostenía frente a su cara. Curioso que fuera tan similar al que compraste ayer como regalo para tu Donna. La misma bola naranja colgando de la larga cola morada. La niñita, sabiendo que te has dado cuenta que es el mismo gorro, lo baja descubriendo su mirada fija en tus ojos. Sonríe rápidamente, el bus para, y sale corriendo a la estación. 

Saltas de tu silla a perseguirla sin saber porqué. A los cuatro pasos ya te da pavor alcanzarla, pero corres cada vez más rápido maniobrando entre hombros que se cierran. De la estación sales a la calle; desbocado entre semáforos y putas, estrellas el hombro de un limpiador de vidrios, explotando fugaz su olor de bazuco; un taxista quema sus llantas, pegado sobre su pito, justo a un instante de cogerte. Al frente va volando el gorro, con la bola de pelusa que salta entre el aire y el humo, entre los hombros y las esquinas. No quieres atraparlo, pero sabes que lo harás.

Saltas a la izquierda por la siguiente esquina a una calle desolada y fantasmal. Ni idea dónde estás, no conoces nada; en el cielo la luna mira a su izquierda la estrella demasiado afilada. Tiene los cuernos triangulares, como si estuvieran mal cortados. Al otro lado de la calle está ella, parada, jugando con la pelusa del gorro, balanceando la larga cola frente a su cuello. Juega con palmitas de gato. Te mira con mirada de gato blanco. Te mira más fuerte, y te rasguña la médula. Te tensas hacia atrás estrellando las muelas.

Respiras. Das un paso calmado hacia ella, otro más, otro más. Te detienes considerando que podrías saltar, pero ella ya corre dentro del edificio; alcanzas a ver la bola naranja perdiéndose tras el marco de la entrada. Al parpadeo estás en el interior, corriendo sobre la alfombra gris gruesa, como para tráfico fuerte, pero el edificio entero respira vaciado. Tus zapatos se han perdido en el camino, y la alfombra es extrañamente helada. Todo es neón y blancas puertas, casi que invisibles entre el blanco de las paredes. Ya no ves la niña, solo la bola asoma lejana volteando por cada esquina.

Subes por una escalera de caracol. Oyes el eco de sus risitas alargarse y rebotar por el nácar que recubre las paredes. Ríe tú también. Sí, hazlo. ¡Qué rías demonio!, y la alcanzarás. Ríe la risa de los dioses, la risa infinita, que se burla del si-mismo, que ansioso corre porque un gorro tejido de aire le magnetiza los pálpitos. La sangre solo corre porque esa bola naranja vuela al borde de la mano, que lo último que quiere es agarrarla. Marioneta de un anhelo ajenamente propio, deseas parar, pero tu cuerpo ya no sabe escuchar. Vas al viaje que amanece por la claraboya…

A pocos escalones de la claraboya y la salida a la azotea, agarras con la punta de los dedos la bola; recuperas con un furioso jalonazo el gorro. La niña esfuma. Miras el gorro y el vacío que dejó en frente. Subes la última escalera y cruzas la fulminante luz de la puerta. En la azotea están los uniformados  silenciosos. Trabajan en sus bolsillos con las capuchas cubriéndoles el rostro. Caminas entre ellos, cuando en el hombro sientes una mano firme que te congela el hueso. Te lleva a la cama que reluce rosácea de luna al alba. Te ponen la pijama de luto blanco, el gorro de lana que tus trémulas manos agarraban, y te acuestan. Voltean todos hacia ti y con las manos te dan el saludo de luna creciente.

Al cerrar los ojos estás en un cementerio en medio de un pardo desierto. Tu tumba posa entre millones de lápidas con epitafios dibujados por polvoroso viento. Te acuestas al frente, y la empiezas a bruñir lentamente con la mirada…

¿Bien? Simple. Ahora solo tienes que escrivibirlo, si lo haces bien el punto final te cerrará los ojos en mis ojos y verás tu lápida, incluso el epitafio… … ¡Deja ya de oprimir las teclas que no te voy a contar que he escrito en él! 


Diego Malaver

Juego Gráfico PESO

Contengo un PESO

                                     que me h

                                                        u

                                                          n

                                                            d

                                                              e entre la luz.

Me  j   a  lo  a mí mismo desde un              vacío               .


Antes de irme será necesario mover mucho los dedos, 

no quiero que se me entuman para cuando necesite

                                                                                                cavar

                                                                                                         Sí,

                                                                                                     cavar.

Está bien irme preparando mental y físicamente. Cavar

tu piel, tu carne, 

boRbOTeaR el rojo demente, hasta encontrar la

pAlpiTaNte masa de vida.


Es necesario que duermas bien, antes de que salga por la

puerta de aire, con mis manos                        

vOlaNdo                                                                        por delante.  

Estarás acostada en un redondel de espejado cristal.        

La luz será  intensamente pálida. Y el blanco de tu piel

jamás estará tan exangüe. Saldrán de tu pelo cuatro  

                                                                                  Pájaros verdes

                                        Pájaros verdes

                                                                             Pájaros verdes

                                                         Pájaros verdes

Cantando despavoridos

se perderán en  el    d  o    m  o      i   n    m  e  n    s   o    .     


Un adusto sahumerio de escrito papel nos envolverá.

Un bálsamo de ceniza y vinagre

                 e   x   t   e   n   d   e   r   é    sobre tu vientre. 

                 Con tesón dispondré tu piel entre mis uñas.

Con suavidad despertarás, y murmurarás vagamente.

Con tu mano

derecha 

                                     detendrás tu izquierda

                                     dispuesta a clavarme el alunado metal.


Ahora necesito cocer tu corona de hojas;

Darme unos baños de humo dulce;


Susurrar_________desde las 

esqu--______________ -inas

del________________cuarto   

  la pasajera voz del polvo; 

y Alimentarme del helado platillo de luz lunar.

Tú descansa;  es necesario que estés lúcida de

s i l e n c i o, ya que lúcida de voz siempre estás. 


El peso me h

                         u

                           n

                             d

                               e

                                                                       y caigo del otro lado…

                                               donde el metal,

                                                      saluda

                                                      gélido

                                                      mi ce

                                                      ntr

                                                      o

                                                      .

                 

                 Un lUmInOso beso me ciega y me seLLa.

No esperaste, y estás despierta. Los pájaros te lo

contaron todo, lo sé.                                    Gracias amor!   

Ahora v u e l v e, s a l, c o r r e, liviana abeja,

                                               grita y despiértame, ya que si no, 

                                                                                         moriré.

                                                      El salón de espejo aún puede

aguardar....